Pablo Fierro: el escultor mexicano que transforma el vacío en arte infinito

agosto 29, 2025

En el mundo del arte contemporáneo, pocos nombres resuenan con tanta frescura como el de Pablo Fierro. Este escultor mexicano ha logrado algo que parece imposible: transformar el vacío en materia y convertir la ausencia en un lenguaje estético cargado de significados. Lo llaman el ilusionista del vacío, y basta acercarse a una de sus piezas para entender por qué: sus obras no solo se ven, también se sienten como un diálogo entre lo tangible y lo intangible.

Arquitectura convertida en poesía visual

Fierro se formó como arquitecto, y esa disciplina técnica se percibe en cada una de sus esculturas. Sus estudios en México, Australia y España lo dotaron de un entendimiento profundo del espacio, de las proporciones y del impacto de la luz. Incluso llegó a colaborar en el proyecto de la Sagrada Familia en Barcelona, una obra que, por sí misma, representa la unión entre fe, arte y ciencia.

Pero un giro inesperado marcó su camino. Tras diseñar algunas casas, decidió colocar una escultura en medio de uno de sus proyectos. El efecto fue inmediato: las miradas se detuvieron, los comentarios fluyeron y su obra se convirtió en protagonista. Ese fue el punto de partida de una nueva etapa donde la arquitectura cedió espacio a la escultura, y donde el vacío se transformó en protagonista.

El vacío como protagonista

Lo que hace único a Fierro es su capacidad de trabajar con la nada. No se trata de crear un objeto que ocupa espacio, sino de diseñar un vacío que habla por sí mismo. Sus piezas pueden cambiar según el ángulo desde el que se observan: en un instante parecen desaparecer, en otro se revelan como estructuras sólidas y contundentes.

Ese juego de percepciones es intencional. Para Fierro, el vacío no significa ausencia, sino posibilidad. Es la pausa que da sentido al sonido, la sombra que resalta la luz, el silencio que amplifica las palabras. Sus obras son metáforas de la vida misma: no todo se define por lo que está presente, también por aquello que falta.

Escenarios internacionales y reconocimientos

El talento de Fierro lo ha llevado a escenarios de gran prestigio. Sus esculturas han sido exhibidas en el Rockefeller Center de Nueva York, en el Museo de Arte de Querétaro y en la Bolsa Mexicana de Valores, donde una de sus piezas se convirtió en símbolo de modernidad y trascendencia. También participó en ZⓈONAMACO LAB, dentro de la exposición La percepción del vacío, en Casa Hotbook, donde presentó su técnica llamada Invisibilia.

Con Invisibilia, Fierro logra que sus esculturas aparezcan y desaparezcan dependiendo de la posición del espectador. Se trata de una experiencia inmersiva que no solo invita a mirar, sino a participar activamente en el acto de percibir. En este sentido, sus obras no son objetos inertes, sino espejos donde cada observador proyecta su propia visión.

Inspiración, rituales y creatividad

El proceso creativo de Fierro también es particular. Su día comienza con café, meditación y ejercicio. Estos rituales no son simples rutinas: son parte de un equilibrio que le permite alcanzar la concentración necesaria para enfrentarse al reto de hacer visible lo invisible. Además, la música y el cine funcionan como combustibles para su imaginación, conectándolo con diferentes atmósferas que luego transforma en formas escultóricas.

No sorprende, entonces, que sus viajes e influencias culturales se reflejen en sus obras. Japón, con su minimalismo estético, y Sídney, con su modernidad vibrante, marcaron su visión. Esa mezcla de culturas le ha dado un estilo global, pero con raíces profundamente mexicanas.

Una visión infinita

Cuando se le pide definir su obra en una palabra, Pablo Fierro responde: “infinita”. Y es lógico: su escultura no busca una verdad absoluta, sino múltiples interpretaciones. Cada ángulo es una nueva lectura, cada sombra una metáfora distinta. Su trabajo es, en esencia, un recordatorio de que el arte no debe imponer respuestas, sino abrir preguntas.

Para él, el arte es un lujo, pero no en el sentido elitista. Lo entiende como un privilegio al que todos deberíamos tener acceso. Por eso insiste en exhibir en museos y espacios públicos, convencido de que el contacto con sus piezas debe ser universal, no limitado a quienes pueden adquirirlas.

En lo personal, considero que el trabajo de Pablo Fierro es un ejemplo de cómo el arte puede romper moldes y ofrecernos nuevas formas de mirar el mundo. Su propuesta del vacío como materia me parece profundamente filosófica: nos recuerda que lo que no vemos también tiene valor, que la ausencia es parte de la existencia.

En tiempos donde todo parece saturado de información, ruido e imágenes, encontrarse con sus esculturas es casi un acto de resistencia. Son un llamado a detenerse, observar y reflexionar. Creo que Fierro no solo es un escultor, sino un creador de experiencias emocionales. Y en un mundo que avanza tan rápido, artistas como él nos enseñan la importancia de darle un lugar al silencio, a la pausa y al vacío.

Su arte no llena espacios: los transforma. Y en ese proceso, también transforma a quienes lo contemplamos.

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