“La gente no se lleva un trofeo, sino una obra de arte a su casa”, afirma el creador que transforma los reconocimientos deportivos en piezas únicas.
Cuando Antonio Caloca habla de arte, sus ojos brillan con la misma energía con la que describe un buen golpe de golf. Este artista visual veracruzano —conocido como CalocArt— ha descubierto que la vida es mucho más rica cuando se atreve a fusionar pasiones que, a simple vista, parecen opuestas: el arte y el golf.
Un salto creativo que rompió moldes
“Creo que todos llevamos algo atorado siempre”, confiesa Antonio con una sonrisa. Durante años trabajó en el formato tradicional de caballete, en dos dimensiones. Pero las “cosquillas” de crear algo tridimensional lo empujaron a un nuevo desafío.
“Era muy bidimensional, pero siempre tuve esas cosquillas de querer hacer algo tridimensional. Obviamente me costaba mucho y lo tomé como un reto… y al final se pudo hacer. Me encanta lo tridimensional”, comparte.
Ese salto lo llevó a la escultura: ahora no solo pinta, también modela y da vida a piezas que trascienden la simple decoración. Sus temas favoritos —niños, animales y especialmente la vida marina, con mantarrayas y tiburones— revelan su fascinación por el movimiento y la vitalidad.
Cuando el golf se convierte en arte
Hace poco más de un año, Antonio decidió probar el golf y encontró otra fuente de inspiración. “Me apasiona mucho el arte pero también ahora me encanta el golf”, dice. Esa nueva afición le dio la idea de unir ambas pasiones en un solo concepto: reconocimientos deportivos que son verdaderas obras de arte.
Para torneos y eventos, CalocArt crea trofeos personalizados que cuentan una historia. “Siempre tomamos una temática de referencia; en el caso de Veracruz, por ejemplo, hemos hecho algunas aletas, y estas van personalizadas o customizadas con el arte que yo hago”, explica.
El resultado es un objeto que no solo premia, sino que emociona: “La gente no se lleva un trofeo, sino una obra de arte a su casa”.
Arte que deja huella
Cada escultura pintada por CalocArt es más que un objeto; es una experiencia que perdura. Su trabajo demuestra que el arte puede habitar en cualquier escenario, incluso en el mundo del golf, para celebrar momentos que merecen ser recordados.
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